martes, 19 de mayo de 2009

Empezamos con la literatura fantástica...



Aunque los europeos se hayan pasado la vida llamándonos gandules, los españoles curramos lo nuestro (cuando tenemos donde hacerlo, claro…) y más de uno echa tantas horas como un reloj en la oficina, la fábrica, el tajo o donde se tercie. Otros somos más afortunados y tenemos un trabajo en condiciones pese a las barbaridades que contemplamos y escuchamos a diario… De todos modos no culpo a mis alumnos de ello. Se les podría considerar hasta víctimas de un mundo decadente y falto de principios, que es lo que estamos sufriendo en los últimos tiempos: niñas abortando, padres aspirantes a no ser padres, abuelos que son padres, profesores que son sacos de boxeo, gobernantes analfabetos, sindicalistas serviles… ¡menos mal que los únicos que no han cambiado son los ricos!
Eso sí, algunos confiamos en los designios divinos y pensamos que al final todo volverá a su cauce, aunque para ello necesitemos varias Apocalipsis o, en su defecto, cientos de buenos libros que hagan resurgir los valores perdidos, la esencia de las ideas. Y con esas estoy yo: a ver si a alguno le da por leer…
La recomendación de hoy es, a mi juicio, una buena oportunidad de regresar a la tierna infancia de los miedos, de la magia, de lo fantástico. Aunque La princesa y los trasgos (George MacDonald) tiene un regusto a cuento propio de la época victoriana, posee una serie de características (la existencia de los mundos paralelos, la eterna lucha entre el bien y el mal, la recurrencia a elementos de la mitología europea, los eternos valores como la amistad, la familia y el amor, sin olvidar los elementos mágicos) que la incluyen dentro de la literatura fantástica inglesa del siglo XX, que tiene sus máximos exponentes en J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis.
A base de breves capítulos, la narración se centra en el malvado plan de los trasgos, unos malvados seres cuyo reino está excavado en la montaña, para poder controlar el mundo del día, en el que viven el resto de seres humanos, el joven minero Curdie y la princesa Irene, la clave de esta historia.
P.S.: Les aviso de que la edición de Ana María Matute para la editorial Siruela -siento decir esto de una gran dama de las letras- no es todo lo exquisita que se esperaría…

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