miércoles, 7 de octubre de 2009

Caminos


Antes de comenzar con la perorata de hoy, les pongo sobre aviso de que un servidor, excepto esas ideas básicas -y casi medievales- que captaba durante las clases de “Religión católica” a las que me amarraban irremisiblemente en la escuela mientras ejercía mi derecho a la apostasía (tiene cojones que habiendo elegido la asignatura de “Ética” en la matrícula me tocase aguantar los principios del catolicismo), carece de educación religiosa (N.B.: Sí, lo subrayo: soy un personaje, lo que me granjea enemistades de todo tipo).
Aunque el dinero mueve montañas hemos de ser conscientes de que la fe, bien sea de infinita pureza, bien esté disfrazada de orgullo personal, superación, cariño, invisible amor o voluntad sin límites, también revuelve al Hombre. Fíjense en ese camino que algunos llaman “de Santiago” mientras otros optan por llamarlo a secas “el camino”. Ese camino que otrora se dibujó sobre las tierras del norte de España a base de fe, promesas y remordimientos, hoy sigue surcado de personas que buscan un encuentro consigo mismos o con quién-sea –que también vale para echar alguna canita al aire-.
¿Quién no percibe el giro de la órbita terrestre más rápido mientras su vida se torna más lenta e insustancial? Lo instantáneo de nuestra existencia es un mero devenir de deseos frustrados, de anhelos incapaces de sucederse y mentiras sobre nuestro yo que a nadie le interesan; buen puñado de justas razones para caminar y ser uno mismo sobre la suela del zapato, de ahí que los caminos estén cada vez más repletos de curiosos, buscones e infelices que, paso a paso, encuentran la sombra de sí mismos.
Y sin más dilación, les despido con la recomendación de hoy, Endrina y el secreto del peregrino, de Concha López Narváez, que recién reeditada (o eso me pareció ver en algún catalogo editorial), narra las correrías de un peculiar grupo de peregrinos capitaneados por las trenzas negras del vivaracho y montaraz personaje de Endrina, desde Navarra a Compostela.
Mención especial recibe -de mis partes- la persona que me lo recomendó (Rosa Gil, seguidora de este espacio), el ejercicio de estilo de la autora -impecable- y la edición anotada en la que he leído la obra (colección Austral Juvenil).

1 comentario:

Rosa dijo...

¡Anda! Precisamente te iba a decir que había comentado "Endrina" en la revista y en el blog. Disfruté mucho con esa novela cuando era pequeña. Y aprendí mis primeras palabras en euskera, que tampoco está mal...