viernes, 29 de mayo de 2009

¿Qué es un poema?


Nota aclaratoria: No soy culé. Que luego me tachan de esto o aquello, y no es cuestión.
Si le preguntasen a Pep Guardiola -¡qué futbolista tan ejemplar!- qué es un poema, seguramente diría que la cara de Cristiano Ronaldo al finalizar el partido del pasado miércoles. Si le pidiesen que definiera la poesía se referiría a cualquier gol de Messi… Jugadas de la lengua, que no del balompié, son las que le dan diferentes connotaciones a esto de los versos. Triste o alegre, positivo o negativo, un poema es un poema y la poesía, poesía. Así que hoy, con un poco de rima, les dejo con la definición menos académica y más sincera que he encontrado en uno de esos libros que tanto nos gustan.
P.D.: La próxima semana desgranaré las novedades de la última hornada. ¡Estén atentos y hasta entonces!

Un poema
es como llevar el cielo en la boca.
Es como el pan recién hecho,
el gusto que deja en la boca
después de comerlo.

Un poema
es escuchar el latido
del corazón de las piedras.
Es cuando las palabras quieren volar.
Es un canto desde la prisión.

Un poema
pone las palabras del revés
y ¡ale hop! El mundo es nuevo.

Jean-Pierre Siméon.
Un poema para curar a los peces.
Ilustraciones de Olivier Tallec.
2006. Barcelona: Kókinos.

jueves, 28 de mayo de 2009

La escuela de los maestros felices

Si temen que el cielo les vaya a caer sobre la cabeza como el supersticioso Abraracurcix, pueden estar tranquilos. A menos que la galaxia entera converja en un solo punto, cosa harto imposible hoy día si atendemos a la teoría de la relatividad, lo más que les puede suceder es que acaben cortándoles el suministro eléctrico por impago de alguna factura perdida en la oficina de correos. De lo que no han de estar tan despreocupados es de sus hijos, esos a los que llaman “escolares” por no decirles “delincuentes” –ya saben acerca de estas malas jugadas que nos reserva lo políticamente correcto…-. A los/as nenes/as de hoy día se les ha olvidado quién manda aquí, ¡y ojo!, que la culpa del asunto no la tienen estas almas cándidas echadas a perder por tanto videojuego, sino los indocumentados que, por asociación de ideas, por arte de magia, por comisión de servicios, por formación del profesorado o porque sí, les han enseñado a ser tan déspotas y maleducados. Y me refiero a los que devuelven favores a base de cuidados intensivos, pensando que los centros educativos, más que lugares de enseñanza son hospitales de campaña en los que se reparte amor en vez de buena cirugía. Si meditara sobre estas “medidas paliativas”, lo más probable es que vomitara el desayuno, así que, con un poco de buen humor, les dejo con un título que, en esta época educativa un tanto absurda, bien se podría regalar a los docentes en vez de a los alumnos, La escuela de los niños felices (texto de Gudrun Pausewang e ilustraciones de Inge Steineke). Con una clara visión constructivista, la obra aboga por la escuela sin reglas, sin horarios, sin deberes, donde campe la libertad… Eso sí, en ningún sitio dice que los alumnos insulten al profesor, lo traten como un animal de carga o le hagan caso omiso. Paradojas de lo subversivo…

miércoles, 27 de mayo de 2009

De minorías



“José Manuel” se me ocurrió decirle un día a uno de mis compañeros a tenor de una conversación sobre la clase de tutoría “¿por qué no les proyectas alguna película de los X-Men?”. Él, un tanto extrañado me respondió que, aunque no había visto ninguna, creía que eran demasiado violentas. Yo le respondí que la violencia está en cualquier rincón y que probablemente el mensaje extraído de esta película podía ser más eficiente que cientos de charlas paternalistas que los alumnos recibiesen.
Ayer mismo me enteré de que al final la estaban viendo y que, por lo menos, los chavales ni musitaron.
Probablemente todos ustedes conocen a los X-Men (o Patrulla X en castellano), una serie de humanos que tras sufrir unas mutaciones adquieren todo tipo de poderes sobrenaturales que se traducen en cientos de efectos especiales sobre la gran pantalla. La trama de la película es bien sencilla y fácilmente digerible, pero lo cierto es que el cómic en el que están basadas las tres secuelas cinematográficas tiene un mensaje más hermoso…
X-Men (Marvel Comics) nació de la mano del archiconocido Stan Lee (guionista) y de Jack Kirby (dibujante) en el año 1963. La idea principal a transmitir, la lucha de las minorías ante una sociedad generalista y hermética, se traduce en una serie de batallas colectivas que manan de los dilemas personales de sus bien caracterizados personajes. Lobezno, el mutante de laboratorio, hermético y solitario que no se siente identificado con ningún bando, Jean Grey, un mutante de gran poder manipulado por unos y otros, Magneto, el mutante rebelde que se enfrenta a los opresores por un pasado como víctima, Charles Xavier, cuyo sueño es el de un mundo de integración y heterogeneidad, o Pícara, propietaria de un extraordinario poder que le impide amar y sentirse querida, son ejemplos de cualquier conflicto donde los diferentes están sometidos a la voluntad de los iguales.

martes, 26 de mayo de 2009

Buscando una sombra



Al vislumbrar las entretelas de este mundo, recapacito y devano algunas conclusiones que desearía no fuesen ciertas. La envidia, la dejadez, el cinismo, lo indigno… males cotidianos que ensombrecen los nuevos días y me traen del recuerdo sombras pasadas. El mundo esta plagado de oscuros perfiles, de pesadas sombras que no dejan germinar lo venidero. Más que entre niebla, estamos en plenas penumbras proyectadas por lo falso y agrio de esas falsas figuras de lo verdadero: el mundo vacío que habitamos…, vacío de todo, lleno de nada.

Y tras este preludio ensombrecido (era lo que pretendía), un tanto denso y catastrofista, les daré la tabarra con otro título bien bonito, La maravillosa historia de Peter Schlemihl, del franco-alemán Adelbert von Chamisso -les sugiero la edición de Siruela ilustrada por Zush, aunque también hay otra más reciente ilustrada por Agustín Comotto de la editorial Nordica Libros-. En pocas palabras les diré que desconocía este clásico del romanticismo alemán (uno no puede saberlo todo) que ha engendrado multitud de adaptaciones, pero lo que digo también es que ha logrado enamorarme.
Su comienzo es el mayor gancho de este pequeño libro: un hombre vende su sombra a un extraño a cambio de una bolsa repleta de tesoros inagotables. Aunque puede parecer sencillo y muy semejante a cualquiera de los argumentos de los cuentos populares o de hadas, la trama guarda una mayor complejidad que, si bien se acerca a la tragedia, es capaz de remendarse a sí misma con una bella alegoría sobre la comunión entre el Hombre y el Mundo.
Y si me permiten (Aviso para principiantes: si no quieren leer como concluye este libro, dejen de leer en este mismo instante) les parafrasearé el final del mismo:

Y a ti, mi querido Chamisso, te he elegido como depositario de mi historia maravillosa, para que a través de ti, cuando yo haya desaparecido de la Tierra, ella pueda servir como enseñanza útil para muchos de sus habitantes. Si es que quieres vivir entre los hombres, amigo mío, aprende a estimar en primer lugar tu sombra y después el oro. Pero si sólo quieres vivir para ti y para tu íntimo perfeccionamiento, entonces no necesitas ningún consejo.

Ilustración superior de autor desconocido.
Ilustración inferior de Agustín Comotto

lunes, 25 de mayo de 2009

Bibliotecarias y otros monstruos


A las bibliotecarias y a los usuarios de todas las bibliotecas de Albacete.

Cuando el fin de semana se acerca, tiemblo. Es inevitable que la sensación de peligro aceche en cada momento… ¿Quién sabe si saldré vivo de los antros que frecuento? ¿Quién sabe si no me venderán veneno disuelto en el espíritu del vino? ¿Quién sabe si algún alma vampírica succionará mi yugular en un acceso de pasión desatada? Ventajas y desventajas de una noche al uso…
Estos días pasados he puesto mi organismo a punto… a punto de diñarla… y como ya nos vamos haciendo mayores, cosa contraproducente en muchos aspectos del desenfreno, ¡habrá que tomar medidas…!
Antes de este fin de semana ciudadrealeño, pase una velada con cierto pájaro, al arrebol del calor estival -¡vaya días tan extremos!-, y entre caña y caña, tapa y tapa, estuvimos charlando de temas candentes y otros más banales. Eso sí: nos reímos de cuidado. Como dos usuarios de las bibliotecas que somos, el tema más dicharachero fue el del gremio de las bibliotecarias -¡cómo no!-, concretamente las que atienden el mostrador de la sala de préstamo de la Biblioteca Pública del Estado de mi ciudad. Hablábamos de que, detrás de esa repisa de madera, más que bibliotecarias parecen tejedoras que, con hebra, hilo y un par de agujas, van creando, puntada tras puntada, las más extrañas texturas. También hicimos otros símiles más extremos (véanse las conocidas Parcas y algunas brujas de cuento), pero llegamos a la conclusión de que, cuando esbozan su sonrisa y te hacen las sugerencias, recomendaciones y comentarios oportunos, se desvanece el espejismo.
Y para seguir hablando de bibliotecarias, la recomendación de hoy es un clásico de las bibliotecas albaceteñas, más que nada porque está ambientado en Albacete. El monstruo y la bibliotecaria es una de las historias de Alfredo Gómez Cerdá que nos cuenta los vaivenes de un monstruo muy caluroso y especial que vive dentro del aparato de aire acondicionado de una biblioteca… Y no les cuento más. Sólo les digo que conoció a una bibliotecaria que le cambió la vida…

viernes, 22 de mayo de 2009

Obituario


No hace falta que dedique grandes prolegómenos a esta noticia... Por sí solos, los versos ya son más que un tributo. Adiós Mario...


Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque un océano
la muerte solamente
una palabra.
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti.
Pasatiempo.
En: Antología poética.
1998. Barcelona: Alianza

jueves, 21 de mayo de 2009

Plan de Lectura (III)


Hace un par de años me invitaron a unas jornadas de los llamados Planes Lectores en el CRAER de Elche de la Sierra (N.B.: ha llegado el momento de invitarles a familiarizarse con la geografía de mi tierra). A éstas concurrían un buen número de docentes bastante implicados y con todo tipo de ideas, todo hay que decirlo...
Ya metidos en harina, uno de ellos, el director del colegio rural agrupado (CRA) de Yeste, en nombre del equipo docente implicado en el proyecto, me advirtió de los problemas que habían surgido a la hora de comenzar con el Plan de Lectura, de darle forma a su programa de las “maletas viajeras” (en ese instante me percaté de que el romanticismo de las Misiones Pedagógicas de María Moliner seguía vivo… y suspiré) y otras muchas cosas, pero sobre lo que hizo verdadero hincapié fue en lo dificultoso que les había parecido la selección del fondo de la biblioteca escolar. Él nunca imaginó la vorágine de títulos dirigidos al público infantil que había en las librerías. Hablaba de lo abrumador de esta realidad, de que se veían incapaces de optimizar los recursos económicos para adquirir un “buen fondo”, lo que él consideraba más importante para lograr el éxito con el citado Plan.
Y aquí estoy, para dar uno de mis discursos…
Elegir un buen libro es tan difícil como elegir un/a buen/a novio/a (mucha oferta pero poca calidad…). Y si en vez de uno/a, tenemos que elegir unos cuantos/as, ¡para qué queremos más…! La cuestión es difícil, créanme, y no se resume en “me voy a la librería más cercana y ¡ale hop!: una biblioteca escolar”... Es como si dijésemos que cualquier bulto con ojos vidriosos que apalanque su cuerpo en la barra del bar de costumbre, valiese para subir al altar… Bien mirado, lo único que diferencia a las malas parejas de los malos libros es que los segundos no intentan sacarte las "corás" cuando el idilio termina… Así que ya saben: si quieren una serie de objetos que adornen los estantes, sólo tienen que mencionarlo, que mi vecina M. J. Canales tiene una colección de falsos volúmenes rellenando las estanterías de su casa que estará encantada de prestarles…
Dejando las coñas a un lado, la selección del fondo bibliográfico es muy importante para la buena consecución de los Planes Lectores, sobre todo si tenemos en cuenta que un chaval que decide pasar del teléfono móvil, la PSP (creo que se escribe así) y la píldora del día después, y se decide por la lectura, se merece lo mejor. Y atienda: para elegir lo mejor, lo mejor es leer.
Imagen: Chica leyendo. 1868. Jean-Baptiste-Camille Corot.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Pesadillas encerradas



Cuando era niño (y no tan niño) me era imposible conciliar el sueño tras “disfrutar” de alguna película donde el terror o la ciencia-ficción estuviesen presentes… Imaginaba mi cama llena de alienígenas, el edificio atestado de gremlins o millones de cucarachas sobre las paredes de la habitación. El poder de la mente es increíble, sobre todo si los cuerpos son inmaduros… De todos modos, no son pocos los adultos que padecen sus propias ensoñaciones y muchas veces los sueños más deseados se pueden tornar verdaderas pesadillas:
- Toda la vida deseando probar las mieles de un harén y de pronto ¡sufro de impotencia!- Le dijo Fulano a Mengano. (Ríanse que no es coña).
…Y es que son los defectos de la fase R.E.M. (a los no ilustrados les aclaro que, además de referirse a un grupo pop de los 90, son las iniciales de “rapid eye movement”, una fase del reposo en la que se suceden los sueños), que unas veces nos hacen disfrutar, y otras nos mueven a la desesperación y la vigilia.
Ya he confesado en alguna que otra ocasión lo mucho que disfruto soñando, de ese cine de las sábanas blancas -cuando vuelo, si descubro mundos desconocidos o en otras ocasiones más lúbricas (¡soy humano!)-, pero también he de reconocer que me estremezco ante las pesadillas indeseables pasándolo realmente mal.
Supongo que ya habrán adivinado cuál es el libro de hoy (más que nada porque suele ser evidente con sólo echar un vistazo a la imagen…). El clásico Una pesadilla en mi armario, de Mercer Mayer, recuperado hace unos años por la editorial Kalandraka, narra las andanzas y miedos nocturnos de un niño acosado por una misteriosa pesadilla que mora en el armario… ¡Lo peor de todo es que no hay sólo una!
Creo que es un buen ejemplo de cómo superar las malas jugadas de la mente y hacer frente a la soledad que cobija la almohada.

martes, 19 de mayo de 2009

Empezamos con la literatura fantástica...



Aunque los europeos se hayan pasado la vida llamándonos gandules, los españoles curramos lo nuestro (cuando tenemos donde hacerlo, claro…) y más de uno echa tantas horas como un reloj en la oficina, la fábrica, el tajo o donde se tercie. Otros somos más afortunados y tenemos un trabajo en condiciones pese a las barbaridades que contemplamos y escuchamos a diario… De todos modos no culpo a mis alumnos de ello. Se les podría considerar hasta víctimas de un mundo decadente y falto de principios, que es lo que estamos sufriendo en los últimos tiempos: niñas abortando, padres aspirantes a no ser padres, abuelos que son padres, profesores que son sacos de boxeo, gobernantes analfabetos, sindicalistas serviles… ¡menos mal que los únicos que no han cambiado son los ricos!
Eso sí, algunos confiamos en los designios divinos y pensamos que al final todo volverá a su cauce, aunque para ello necesitemos varias Apocalipsis o, en su defecto, cientos de buenos libros que hagan resurgir los valores perdidos, la esencia de las ideas. Y con esas estoy yo: a ver si a alguno le da por leer…
La recomendación de hoy es, a mi juicio, una buena oportunidad de regresar a la tierna infancia de los miedos, de la magia, de lo fantástico. Aunque La princesa y los trasgos (George MacDonald) tiene un regusto a cuento propio de la época victoriana, posee una serie de características (la existencia de los mundos paralelos, la eterna lucha entre el bien y el mal, la recurrencia a elementos de la mitología europea, los eternos valores como la amistad, la familia y el amor, sin olvidar los elementos mágicos) que la incluyen dentro de la literatura fantástica inglesa del siglo XX, que tiene sus máximos exponentes en J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis.
A base de breves capítulos, la narración se centra en el malvado plan de los trasgos, unos malvados seres cuyo reino está excavado en la montaña, para poder controlar el mundo del día, en el que viven el resto de seres humanos, el joven minero Curdie y la princesa Irene, la clave de esta historia.
P.S.: Les aviso de que la edición de Ana María Matute para la editorial Siruela -siento decir esto de una gran dama de las letras- no es todo lo exquisita que se esperaría…

lunes, 18 de mayo de 2009

Un elefante muy literario




N. B.: Antes de empezar la semana me gustaría comunicar a los lectores de este espacio que sé los problemas que acechan a la hora de escribir comentarios sobre las noticias del mismo (confieso que no sé a qué se deben…). Les ruego que me disculpen porque sé que se han perdido muchas aportaciones interesantes, pero creo que lo más importante de todo es que continúen ahí, leyendo a este chalado día tras día. Gracias.

La historia de la Literatura Infantil se ha escrito paralela a la de otras disciplinas, como por ejemplo la educativa. Allá por los comienzos del siglo veinte, la postindustrialización de las sociedades occidentales y el modelo económico capitalista daban lugar a clases o grupos sociales emergentes como la clase media. Si a esto unimos el éxodo de la primera mitad del siglo XX, sobre todo en los años posteriores a las grandes guerras, las ciudades se convierten en verdaderos laboratorios en los que educar y “civilizar” a los recién llegados se convierte en un objetivo primordial para la burguesía emergente (sobre todo en países de confesión católica-protestante) -¡Qué plasta me pongo…!-. Sin más prolegómenos les digo que éste, más que otros, es el argumento de uno de los álbumes ilustrados más famosos desde que la LIJ es LIJ, Historia de Babar el elefantito, la obra de Jean de Brunhoff traducida a montones de lenguas y que ha dado lugar a una “chorrilera” de títulos afines.
Como otros autores de literatura infantil, Jean de Brunhoff inventó esta historia para sus hijos… La narración es sencilla: el elefante Babar, tras quedarse huérfano, escapa de un cazador hasta llegar a la ciudad, donde se cultivará y aprenderá los pormenores de los correctos modales y el saber estar para más tarde regresar a la sabana que lo vio nacer y convertirse en rey de su manada tras casarse con Celeste.
Podríamos entresacar millones de lecturas de este libro, más enrevesadas, más sociológicas, pero yo me quedo con la más simple, la que triunfa entre todos sus lectores, la que es. Y punto.

viernes, 15 de mayo de 2009

De niños, jaulas y moradas de poetas


No supe que José Hierro vivía en Getafe hasta que un día, invitado por una compañera de clase a las fiestas de esta localidad, pasamos por la puerta de su casa, un chalet adosado a las afueras de la citada ciudad. Me resultó muy curioso. Por lo general, las casas de las figuras conocidas se visitan después de que estos hayan fallecido y los herederos o la Administración monten una casa-museo entre los muros donde residió la personalidad.
Así que nada, les dejo con una de sus poesías, que ensalza la niñez y otras muchas más cosas del ser, estar y parecer humano… Hasta el lunes:

Con tus manos hiciste libres
-con tus propias manos- las aves.
Hijo: que sueñas, sombra, símbolo
del hombre que rompe sus cárceles,
del que libera pensamientos,
palabras que se lleva el aire;
del que dio canto y dio consuelo
y no halló quién lo consolase.

Solitario, mudo, ceñidas
las sienes de hojas otoñales.
En la boca reseca el gusto
de la sal de todos los mares.

La sal que dejaron las olas
de los días al derrumbarse.

José Hierro
El niño de la jaula vacía.
En: Libro de las alucinaciones.
1995. Madrid: Cátedra.

jueves, 14 de mayo de 2009

Plan de Lectura (II)


Si la semana pasada me dediqué a introducirles (no sin cierta sorna y descaro) en el tema del Plan de Lectura, ésta la orientaré a definir lo que, a mi juicio, es (o debería ser) un Plan Lector.
Si me pongo serio y teórico, diría que un Plan de Lectura es aquel proyecto que reúne un conjunto de estrategias (organizativas y metodológicas) y materiales para conseguir e inculcar en la población el hábito lector. Visto de lejos parece una buena definición (hasta para la mayoría de los Planes de Lectura que pululan por ahí…): correcta, breve y clara. Los peros vienen después, al adentrarnos en el análisis de cada una de estas palabras… Para facilitarles la comprensión de este razonamiento me permitiré hacer un símil bélico (espero que no les dé por denunciarme...):
- Cuando escribo “conjunto” hago referencia al plural, no a lo único, a lo indivisible… Un plan lector no se resume en leer, sino en realizar una serie de actividades cuyo objetivo final sea la Lectura. Así que tengamos en cuenta el todo y dejemos a un lado las partes. Pasa lo mismo con un batallón frente a un único soldado…, aunque también hay que reconocer que la labor del espía es muy necesaria.
- Cuando me refiero a “estrategias metodológicas” quiero decir “¿Cómo?”. La razón es lo único (o eso espero) que nos diferencia del resto de los seres vivos y también lo que nos permite estudiar los comportamientos, predecirlos, modificarlos. La estrategia es básica para la supervivencia del maestro, de cualquier docente que se enfrente a la batalla contra la ignorancia.
- Todas las guerras están organizadas espacial, temporal y humanamente, que si este puente, aquel bombardeo del lunes a tal hora, que si el general dirigirá un tiroteo el martes o la compañía cruzará el desfiladero del sur el domingo. La planificación del plan de lectura pasa por estos mismos esquemas: ¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿Dónde?
- Cuando digo materiales me refiero a las armas que utilizaremos. No sólo libros (objeto imprescindible y del que están vacías la mayor parte de las bibliotecas escolares del país), sino cualquier tipo de elemento susceptible de convertirse en una flecha cargada de amor… Eso sí, de amor a las palabras.
- Cuando utilizo “conseguir e inculcar el hábito lector en la población” intento captar su significado literal: debemos empeñarnos en perseguirlo, alcanzarlo, lograrlo, cazarlo, atarlo para que no se escape, encerrarlo en el interior, para que perdure formando parte de aquellos que sean susceptibles de recibir esos disparos durante el resto de sus días.
(Continuará)

Imagen: El padre del artista, leyendo "L'Evénément". 1866. Louis-Auguste Cezanne.

miércoles, 13 de mayo de 2009

De ir y no volver


Raro era que el denominado “Debate sobre el estado de la Nación” no nos deparase alguna que otra sorpresa… ¡Lo que da de sí la política! Menos mal que los que nos dedicamos a esto de opinar nos lo pasamos en grande, que si no… La pregunta que me reitero una y otra vez es aquella de “¿Y éstos habrán estudiado algo…?” A la que obtengo silencio por respuesta, que no es poco mirándolo bien (peor hubiese sido que hubiesen cultivado sus molleras y se dedicasen a la eugenesia…).
El caso es que el aquí suscribe está un poco harto, no sólo de enseñar al que no quiere (para los optimistas, suavicémoslo con “al que no sabe que quiere”), sino de dar de comer al analfabeto y gandul por el mero hecho de adscribirse a unos ideales que ni se ha leído. Lo que más me jode es que, detrás de tanta política social (lo de no deducirse por la hipoteca es el colmo de la estulticia para combatir esta crisis que a más de uno le ha pillado de sopetón), lo único que hay es “ansia de sillón” -discúlpenme pero yo prefiero el sofá- porque de socialismo, nada (y no hablemos de las mandangas de la oposición: para ver y oír…). Vamos a ver, si la guita la tiene “amarrá” la banca y no suelta ni un duro para que el currito se pueda comprar una vivienda, ¿cómo quiere el gobierno que disminuya la oferta de inmuebles vacíos y así se reactive la economía? Señorías, lo que necesitamos es una nueva Margaret Tachter o en su defecto, un par de cojones.
Y no me engangreno más porque hoy me he dedicado al bello arte de la acuarela y mi alma está repleta de color. Así que, continuando con esto de los hogares, sean palacios o chabolas, hoy les dejo con El castillo de irás y no volverás (ahí es donde me tengo que ir yo para no oír tantas chorradas), uno de esos títulos que guardo recelosamente. No recuerdo haber reseñado con anterioridad ningún título de la colección de “Cuentos de la Media Lunita”, pero ya me gustaría que A. R. Almodóvar, su autor, me pidiese unas ilustraciones para uno de estos cuentos (las de Margarita Menéndez para esta historia son excelentes), que ya se han convertido en un clásico de la LIJ española (lo corroboran no sólo las ventas, sino sus devoradores lectores).
Pues eso, que les digo adiós con esta historia de un pescador, un pez, dos hermanos, una serpiente de siete cabezas y unas cuantas cosas más.

martes, 12 de mayo de 2009

¡Marchando otra de animales!


Además de un vuelo más o menos grácil y la coloración del plumaje, la diferencia básica entre la golondrina y el avión común, o por lo menos la manera más sencilla para un servidor de diferenciar ambas especies, es la anchura y longitud de las plumas caudales: la golondrina las tiene más largas y estrechas, mientras que las del avión común son más cortas y anchas. (N.B.: Es curioso cómo las aves migratorias han servido de inspiración para multitud de cuentos y narraciones infantiles, y es casi seguro que guarde un significado más profundo… Desde la bandada de patos salvajes con los que viajó Nils Holgerson a lo largo y ancho de Suecia, a la golondrina que murió junto al Príncipe Feliz al final del crudo invierno que compartieron, la presencia de estos personajes emplumados puede ser una alegoría digna de estudio -hasta el día de hoy desconozco si hay alguno dedicado a este tema-).
Y hablando de animales, les cuento que, hace poco tiempo, recibí un libro que me resultó bastante atractivo, tanto por su formato (gigantesco), como por el contenido. No es que Animales (de Gervais y Pittau) sea un libro único y especial, pero sí es de notar que hallar un libro-álbum (también podríamos denominarlo libro-juego) de conocimientos sin palabras, no sucede todos los días. Animales se aprovecha de las características anatómicas de los seres vivos para establecer un diálogo de preguntas y respuestas entre las ilustraciones y el lector, lo que facilita el acceso al conocimiento morfológico de los animales a través de las partes del cuerpo, las huellas y otro tipo de recursos del descubrimiento zoológico. Además introduce el juego, un tanto detectivesco, para su identificación. Un libro que seguro hará las delicias de muchos escolares (¡los libros sobre animales tienen un éxito tremendo!).

lunes, 11 de mayo de 2009

Niños que no son niños




Lo admito. Soy demasiado irreverente. La mayoría de las veces es un verdadero lastre, pero otras, abandonando mi lado pecador (¿acaso tengo de eso?), me percato de que es una suerte no ser un borrego más, como el resto, y que fabricar un poco de esa medicina de la que tanto alardean la mayor parte de los personajes de la literatura infantil es un buen remedio para el aburrimiento y el ánima.


Quizá sea como la mayor parte de los niños… Descarado, sinvergüenza, payaso, crédulo, ambiguo, pesado, dicharachero, sobreactuado, mentiroso, risueño, desaliñado, astuto, malhablado, distraído, pícaro, expresivo, llorón, etc. Sí, ese soy yo aunque a veces me dé por escribir sobre cosas serias y parezca que soy un adulto más (realmente, ese es mi secreto: parecerlo).


De todos modos, y siguiendo con la retahíla de cualidades del perfecto niño, es frecuente toparse con niños un tanto especiales y que se alejan del anterior canon: niños que no lloran, que no se ponen de barro hasta los ojos, que no discuten, que no se traban pronunciando palabras tan insidiosas como “caleidoscopio” o “paralelepípedo”, niños y niñas más limpios que una patena, que hagan los deberes, hablen tres idiomas o toquen el piano y cuatro instrumentos más. ¿Serán niños o monstruos?


Sobre este asunto tendríamos que preguntarle a mi querida Christine Nöstlinger y a su Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, un clásico de la LIJ -no me cabe duda de que este fue el título que le valió a la autora alemana el premio H. C. Andersen (1984) y si no fue así lo siento profundamente-. Esta novelita, aunque fácilmente legible, analiza con un subrayado sentido del humor lo paradójico de la realidad infantil y los deseos del adulto. El comportamiento impecable de un niño se convierte en el argumento de una crítica a la infancia perdida por la rigidez a la que se ven sometidos los niños.
Más que una sugerencia, debería ser una orden leer este exitoso título cuyo personaje reseñable no es Konrad, sino la señora Bartolotti, un buen ejemplo de lo que nunca ha de ser un adulto. Tomen nota.


viernes, 8 de mayo de 2009

Nana...


Cada vez que me acerco a las secciones de poesía infantil de bibliotecas y librerías, sufro un desatino casi mortal. No es que me extrañe de lo poco surtidas que se encuentran de este género, pero desde que me dedico a esto de la LIJ y sé de sus bonanzas para el lector en ciernes, esta evidencia es pecaminosa.
He leído en multitud de estudios y publicaciones especializadas de lo maravilloso de los poemas y todas aquellas composiciones que, a golpe de rima, enseñan los vaivenes de nuestra lengua a los escolares… Que si los versos añaden musicalidad al lenguaje, que si el ritmo de las palabras facilita el correcto aprendizaje de la lengua, que si combina el juego y la didáctica muy eficazmente… pero nada, no hay manera de que aumente el número de títulos… Menos mal que de vez en cuando alguna editorial da la campanada y el campanazo, que si no…
Este viernes les traigo los versos de Beatriz Oses que, aunque la mayoría la conozcan por su labor literaria (Premio Lazarillo, edición 2006 y Premio de poesía Ciudad de Orihuela, edición 2008), otros la conocemos por su labor docente a través del proyecto Las ciudades que no vio Italo Calvino, el más claro ejemplo de cómo se puede lograr un buen plan de lectura interdisciplinar con un único libro, en este caso Las ciudades invisibles, de Italo Calvino.

Nana, niña, nana
del lirón pequeño
que espera en pijama,
tomando una tila
junto a su ventana.

De los bichos bola
que nunca se paran,
que cruzan el mundo,
que suben, que bajan.
De los elefantes
que apenas descansan…
como el saltamontes,
como la jirafa.

Nana, niña, nana.
En la noche clara
de las mariquitas,
de la dulce araña,
de las mariposas
y del oso panda
que guardan tus sueños
cuando estás cansada.

Nana, niña, nana
del oso hormiguero
que vuelve a la cama,
que tiene un secreto,
que no dice nada.

Beatriz Oses.
Nana de los animales.
En: El secreto del oso hormiguero.
Ilustraciones de Miguel Ángel Díez.
2008. Vigo: Faktoría K de Libros.

jueves, 7 de mayo de 2009

Plan de Lectura (I)



Francisco de Goya y Lucientes. 1819-1823. Hombre leyendo

Harto de tanto exprimirme la materia gris (en ocasiones, la imaginación se desvanece y encontrar algo nuevo con lo que sorprenderles se hace la mar de tedioso), hoy inauguro una nueva sección -si la podemos llamar así…- en la que trataré de dilucidarles los pormenores de lo que algunos llaman “planes de lectura”. Así que, ¡allá voy!
A cualquier cosa le llaman “plan de lectura” -se lo digo yo que de asuntos pedagógicos y didácticos sé un rato…-. Esto de los planes lectores es algo parecido a los “planes hidrológicos”, que menos ahorrar agua y repartirla con cierto respeto y equilibrio, hacen de todo: campos de golf, reservas de la biosfera, maizales o cualquier otra patochada.
El caso es que en España en cuanto algo va mal, montamos un plan, cosa que se puede resumir en poner vallas publicitarias y dar de comer a algunos estómagos agradecidos (¿quién se habrá hinchado de chuletas a costa de los “planes lectores”…? Ya le podían haber regalado un libro a quién fuera…).
¿Ha visto usted alguna vez algún “plan de lectura” o son una ficción administrativa/literaria como Macondo? Existen, créanme. La cuestión es que no los llaman así, sobre todo porque las personas que los idean, los llevan a cabo y recogen sus frutos, son muchos docentes y trabajadores anónimos, casi invisibles, que viven a la sombra de todos esos y esas que, a falta de un buen chorizo de Cantimpalo al que clavarle el diente, se han tragado varias escobas.


Ejnar Nielsen. 1896-1898. Den blinde pige.

Y es que me meo yo sobre tanto intelectual de tres al cuarto que resume un “plan de lectura” en atiborrar las bibliotecas escolares (¡Ah! ¿Pero hay de eso en España…?) de todo tipo de bazofia editorial y, emulando al mismísimo Cristo, ordenar al alumno/a en ciernes “Levántate y lee”. Así pasa, que el personal docente ya no está para milongas, ni para “planes de lectura”:
-Oiga usted, ponga un “plan de lectura” en su vida.- Le dijo el Uno al Otro.
-Yo lo que necesito es un buen “plan de pensiones”.- Le dijo el Otro al Uno.
Así que nada, entre plan y plan, los políticos siguen engañándonos mientras se untan de billetes y saliva, las editoriales y los libreros se hacen de oro a base de subvenciones, las bibliotecas continúan medio llenas, medio vacías, los padres pensando en qué vitrina del salón ubicarán los premios Nobel de sus hijos, los hijos con los ojos llenos de pan y España a la cola del informe PISA.

(Continuará).


miércoles, 6 de mayo de 2009

Paso a paso



Aunque muchos se deshacen en halagos diciéndome lo mucho que sé de literatura infantil o que desconocían este o aquel libro que recomendé tal o cual día, uno ha de pisar firmemente la tierra, hacer una cura de humildad (no vaya a subírsele el pavo al cogote) y afirmar que le queda mucho por aprender. Y en eso estoy…
Leyendo un librillo muy interesante, Introducción a la Literatura Infantil y Juvenil de Teresa Colomer, di con cierto título de un libro-álbum que no había leído y que se me antojó apetecible (este es el tipo de sorpresas con las que me gusta toparme de vez en cuando). Así que, una vez metidos los datos en el catálogo en línea de la Biblioteca Pública del Estado y corroborada su existencia física, me dirigí hacia la calle San José de Calasanz, 14, sala infantil (a este paso me van a tener que hacer socio de honor…), y allí estaba: lo encontré con sus tapas duras, olor a polvo, vivito y coleando.
Se me hace curioso que el arte de la ilustración infantil haya evolucionado tan poco en los últimos treinta o veinte años, época en la que se desarrolla una auténtica revolución, tanto en los códigos descriptivos de las imágenes, como en las técnicas utilizadas. Digo esto porque siguen describiéndose las mismas historias (sobre todo dentro de la corriente realista los sentimientos primarios así como las situaciones de más calado emocional y social) de un modo semejante: utilizando los mensajes cifrados de las ilustraciones, los iconos de la imaginería infantil y la búsqueda interior de las sensaciones.
Si comparásemos este libro con Cambios de Anthony Browne, encontraríamos muchos paralelismos, sobre todo en lo que se refiere a ese camino repleto de miedos y descubrimientos tan necesarios en la edad infantil… ¡Ea!: el inminente nacimiento de un/a hermano/a puede ocasionar serios problemas… ¡Que se lo digan a los protagonistas de sendas historias…!
¡Hasta mañana…! ¡Ups! ¡Se me olvidaba! El libro en cuestión es El dragón de los cien ojos, de Lydia Postma.
N.B.: Las ilustraciones que acompañan esta noticia son de la autora citada pero no pertenecen la obra reseñada.

martes, 5 de mayo de 2009

Del pasado...



El pasado es desconcertante. Tanto, que muchas personas se arrepienten de lo que una vez fueron, hicieron o parecieron. Les ilustro: mi abuelo materno se ganaba la vida como bracero. Para ello tenía arrendado un bancal en el que sembraba acelgas, ajos o cualquier otra cosa que fuera capaz de deslomarlo a él, a su mujer y a sus cinco hijos. Así, entre surco y surco, el cabello de mi abuela se trocó de canas y mi madre y sus hermanos se fueron casando de mies a mies. Y es aquí cuando entramos en la historia un servidor, su hermana y el resto de los primos.
Los fines de semana acostumbrábamos a comer en mitad del campo, viendo como mi abuela colgaba los conejos en cualquier rama de la acacia y pacientemente los desollaba. Nos pasábamos el día de la balsa al camino y de la noria al poyo de la entrada, haciendo todo tipo de perrerías a los renacuajos, destripando el cobre de alguna tragaperras desahuciada, lavando el seiscientos de mi tío Carlos o jugando al parchís. Agrestes como el manzanillón y más salvajes que Tarzán... Estábamos por civilizar…
Lo curioso del asunto es que, veinte años después de aquello, son muchos los familiares que han olvidado de donde viene esta o aquella cicatriz, negado actos que están guardados en la memoria colectiva y hecho todo tipo de triquiñuelas -como la de quemar fotografías en las que parecíamos una tribu de pies-negros- con tal de renegar de sus orígenes. Y déjenme que les diga a tenor de estas pretensiones de evolución social que, aunque la mona se vista de seda, se le sigue viendo el pelaje.
Seguramente se estará riendo mientras recuerda un pasado familiar parecido, cosa de la que me alegro, pero esta pequeña retahíla de recuerdos sólo tenía como fin introducir A la sombra del maestro, el libro de hoy. Sé que hay otras obras mucho más reseñables de Juan Farias (las recomendaré en su momento, ya saben que apuesto por la variedad), pero me he decantado por ésta, sin una razón concreta, la verdad…, pero creo que tiene un cierto regusto a verdes campos de cebada y chicharra temprana. Me huele a mayo… ¡Ah!: y su protagonista es un maestro.
Fotografías: Arturo Vitriago

lunes, 4 de mayo de 2009

Fracasos que abren puertas


Con el paso del tiempo todo cambia. Unos van, otros vienen. Nos olvidamos de los otros y los unos regresan a nuestra circunscripción. Todo marcha, todo camina… Algunos comentaristas deportivos llamarían a esto “el fin de un ciclo”, véase como claro ejemplo la sarta de sandeces que se han dicho este fin de semana a tenor de la derrota madrileña –no sé para qué tanta polémica…, en el deporte (no como en la vida), el mejor se erige como ganador, y el Barça lo fue indiscutiblemente-, pero la verdad es que yo prefiero otro término menos futbolístico y más acertado como “vicisitudes”. La vida es un saco de vicisitudes. Buenas, malas, mediocres, canallas, criminales, dulces, amargas, extrañas, bonitas, mejores o peores.
Mi vida, como la de cualquiera de ustedes, es un batido de circunstancias frente a las que uno puede acabar resignado o enfrentado. De eso trata este juego: luchar o rendirse. Elección que no tiene porqué relacionarse con vencer o perder, ya que, muchas veces, depositar las armas a los pies del campeón (con cierta dignidad, por supuesto) nos puede abrir un camino más apetecible y esperanzador del que disfrutábamos… ¿O no?...
Las palabras de hoy, además de intentar engancharlos al mundo de la lectura, son un pequeño tributo a una bibliotecaria que espero no deje de serlo por esas cosas que tiene el azar. Y como a ella le pirran los libros pequeños, los que guardan inmensos tesoros, he creído oportuno sugerir la lectura de uno de los primeros que ella me recomendó, Me encanta, un texto de Minne con ilustraciones de Natalie Fortier.
Les dejo hasta mañana diciéndoles que todo lo que tengo se lo debo al fracaso… y todo lo que soy se lo debo a mi voluntad.