lunes, 11 de octubre de 2010

De complejos físicos

En este tiempo de tanto aburrimiento, nos atenazan los complejos, por lo que más nos valdría picar piedra que reinar sobre la longitud de nuestra nariz o lo superlativo de los incisivos que nos han tocado sufrir. Para no hablar de michelines y patas de gallo, hablemos de otros temas menos acusados que siempre es mejor hacerse el orejas que pensar sobre ellas. Pero, ¡ay!, lo peor de todo no es acomplejarse a uno mismo, sino amargarle la vida al vecino con sonoros comentarios sobre las gafas de culo de vaso que se gasta. Que mire usted la barriga de la Conchi, y si no la ve, fíjese en la del señor Zutano, de buen comer y poco andar, por no hablar del mondongo de la sita Eulalia, del tamaño de una mesa camilla. Lo sensato sería no hacer tales observaciones, más hirientes que constructivas, aunque seguramente más de un cirujano plástico las agradece de buen grado, bien sea para engordar su cuenta corriente a golpe de bisturí o por la publicidad gratuita que de ellos se hacen. El caso es que estamos para que nos encierren bajo llave y a buena cautela, no sea que salgamos por peteneras y pidamos leyes eugenésicas, más que nada para homogeneizar el asunto y que no existan muchas diferencias entre ese hijo de Paquirri que se ha metido a modelo, el Risitas y el Cuñao.
Lo mejor de todo viene cuando, tras hacer cola en Corporación Dermoestética® (según me comentaron el otro día ciertas aficionadas a estas prácticas, no nos podemos hacer una idea de la cantidad de personal dispuesto a mutilarse en favor de la aceptación social) y sufrir los riesgos e inconvenientes que conlleva cualquier operación, llega un hijoputa y te confirma que antes de pasar por el quirófano estabas mucho mejor.
Y para que no se acomplejen y dejen que todo quisqui contemple su cuerpo serrano para disfrutar de la belleza de las imperfecciones, les hago llegar este gris lunes de octubre, la reedición de todo un clásico del álbum ilustrado, El rey mocho, una sencillita fábula de Carmen Berenguer con ilustraciones de Carmen Salvador (ediciones Ekaré) que aboga por obviar esos pequeños lastres con los que nos jode la naturaleza.

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