viernes, 27 de mayo de 2011

La mente en blanco





Los que de vez en cuando pensamos, en comparación con otros mortales, sufrimos más de la cuenta, cosa que no es de extrañar dada la pasividad que nos rodea, no sólo la física (aquí, en este país, ni queriendo -cosa rara- se ejercita el lomo), sino también la mental… ¡Y demos gracias a que las pasadas elecciones han puesto una nota de color a los telediarios…! ¡Que no es poco…!
Como les iba diciendo: esos que hacemos funcionar al engranaje cerebral, por si no tuviéramos poco con el día a día, nos enrolamos en todo tipo de campañas, bien sea la de la renta (les pongo sobre aviso de que este año la hacienda pública está demorándose más en soltar la manteca colorá… ¿por qué será…?), el aprendizaje de lenguas extranjeras o la siempre manida Universidad Nacional de Educación a Distancia, un clásico del eterno estudiante… ¿Y pa’ qué?... Pos pa’ na… A veces pienso en la felicidad inmensa de otros muchos que, dejando a un lado un buen puñado de preocupaciones, siguen durmiendo sobre algún guindo, cosa harto difícil para los que como yo, no paramos de devanarnos los sesos durante la mañana, la tarde y la noche, con afán de darle un sentido a nuestro deambular por la vida, ¿más agitada y estimulante? En absoluto… Así que, buscando una respuesta a tanto dilema existencial y echándose encima el estío (¡por fín!), he concluido en aparcar mi cuerpo debajo de alguna sombra y dejar mi mente en blanco en esta tarde de viernes, la mejor de las curas para todos los quehaceres que se avecinan.

Serrano, Lucía. En blanco. 2010. Madrid: Anaya. Colección "Sopa de cuentos".

martes, 24 de mayo de 2011

Erradicando la peste...







Seguramente esperaban una síntesis de todo lo acontecido durante los días pasados en los que los pseudodemócratas (¿alguien comprende el contenido panfletario de ciertos discursos a caballo entre la Segunda República y el comunismo?, ¿algún leído me lo explica?… soy algo estrecho de miras y, de paso, bastante analfabeto) salieron a la calle, en los que la jornada de reflexión se convirtió en un mercadillo de ropa de marcas falsificadas, en los que la libertad -esa que dan los bolsillos vacíos- opinó en las urnas…, pero no, hoy hablaré de la esperanza…
Muchos, de más, viven en un halo nostálgico, embebidos en un romanticismo rancio, como si de algo sirviese en un mundo rodante, mutable…, una cuestión que me hace pensar en sus mentes desesperanzadas. El hombre, siempre, ha de mirar atrás e intentar no cometer los errores que lo hicieron desgraciado, pero avivar consignas desmedidas, inventar nuevos gritos de guerra, con tal de vivir en el estulto panorama que nos acorrala durante los últimos años, me hace encoger de hombros y esbozar una mueca de extrañeza. Anquilosarse en una situación estática, inamovible, donde el progreso es una noria, mata la esperanza, el motor del corazón.
Quiero decir con esto que, lejos de inclinaciones políticas, signos y discursos demagógicos que soplan de un sitio u otro, es nuestra supervivencia el único valor que nos une, por lo que, sacrificando los intereses personales, hemos de obrar por un bien común, por entreabrir la ventana y dejar que los soplos de aire fresco erradiquen la peste que unas veces se extiende desde la derecha y otras, desde la izquierda.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Imágenes y palabras





Preparen el bolígrafo que hoy me encuentro un tanto teórico…
Cuando uno aprende un idioma por primera vez, sea este el propio o uno extranjero, siempre se agradecen unas representaciones gráficas que hagan alusión a la palabra o expresión que se esté estudiando, de tal manera que el cerebro asocie una palabra con una imagen, de hecho, la mayor parte de los libros de texto utilizados cuando aprendemos francés, inglés o ruso, echan mano de este recurso, el pictograma, de gran valor pedagógico.
Si extrapolamos esta relación entre lenguaje verbal y lenguaje representativo al plano literario, surge lo que llamamos álbum ilustrado o libro-álbum… ¿O no? ¿O el álbum ilustrado va más allá de esta sinergia? En mi opinión, debemos de ser simplistas a la hora de definir algo que puede ser muy complejo, ya que hay álbumes de todos los colores y sabores… Unos se dedican exclusivamente a las imágenes mientras otros intentan no inclinar la balanza hacia la palabra o la imagen, los más prefieren subrayar el texto y dejar a la ilustración en un segundo plano y otros, aunque lo intenten, jamás serán considerados como tales…, motivos por los cuales nos es tan difícil dar con obras destacables en este género (pese a la ingente cantidad que nos ofrece el mercado y que muchos colegas se empeñan en reseñar a troche y moche, cosa que me pone enfermo, añado).
No sé si el de hoy podría considerarse un digno representante del género, ya que, aunque repleto de pictogramas, juegos lingüísticos y visuales, y un formato adecuado, me recuerda más a un ejercicio de imaginación que a una narración… En cualquier caso, Pictograma, la obra de Po Yeng Chang (editorial Thule) merece citarse en un blog como este por su originalidad, que bien mirado es mucho.

P.S.: Debido a un fallo en Blogger, algunos artículos con los respectivos comentarios que alguno de ustedes realizó en su día han sufrido ciertos reveses, por lo que les ruego los vuelvan a escribir porque aquí contamos todos.

lunes, 16 de mayo de 2011

En el país de las maravillas...







Y así reflexiono en voz alta desde que un par de profesores de Filosofía se interpusieron en mis lozanos dieciséis años… Si las bases de la democracia se establecen en torno a la libertad como ciudadano, ¿por qué votar es un deber?; ¿Tiene el mismo valor el voto del vecino del cuarto que el de un servidor?; Cuándo uno vota, ¿lo hace como ciudadano o como individuo?; ¿La democracia se basa en la voluntad colectiva o en la individual?... En fin, que después de tanto cocido intelectual, que no maragato, es preferible tumbarse a la bartola y dejar descansar al organismo de tanta indigestión, no sea que entre pitos y flautas nos dé por el suicidio (o la eutanasia…
Algún cacao semejante llevaría mi admirado Lewis Carroll, pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, cuando parió a su famosa Alicia, esa niña un tanto pava que se perdió en un lugar surrealista y extraño conocido como País de las maravillas… Añado además que, si como dicen algunos, esta novelita pretendía ridiculizar y satirizar el mundo inglés de entonces haciendo uso del sinsentido literario, abogo por erigir una estatua de este autor en cada foro, en cada hemiciclo, que recuerde a los que gobiernan que el pueblo, como si de una minúscula Alicia se tratase, es capaz de dejar en evidencia, de ridiculizar a los poderosos, a las reinas de corazones más odiosas, estrafalarias y déspotas.
Sigan mi consejo y aprovechando la cercanía de unas elecciones que prometen cambios, así como la publicación de las aventuras de Alicia ilustradas por la genial Rebecca Dautremer a cargo de Edelvives, lean.

viernes, 13 de mayo de 2011

Temas peliagudos


La mayoría de los políticos, sean españoles o de otra nacionalidad, tienen a bien recordar que, en plena campaña electoral hay que obviar ciertos temas, no por menos importantes, sino por ser demasiado peliagudos, para, por el contrario, hacer hincapié en todos aquellos que disparan el número de votantes, su volumen de negocio. 
Dudo que tanta demagogia sea buena para el estado de derecho, sobre todo aquel sustentado en el analfabetismo funcional, este del que vive España (no me señalen con el dedo, no es de buen recibo…), pero en cualquier caso intentaré hacerles patente la poca calidad del paradójico pensamiento del pueblo llano español… 


Hace unos años se estrenó en los cines de medio mundo la película 300, basada en el cómic homónimo (por cierto, ¡cuánto tiempo sin hablar de cómic!), que hace una evidente apología por la guerra preventiva, uno de los pilares que sustentan numerosos estados, léase Esparta o los Estados Unidos de Norteamérica, y que llegó a ser el taquillazo del año en España, hecho incomprensible después de que se sucediera un cambio de gobierno estatal en honor de esa salva que rezaba “¡No a la guerra!”, convertida en punta de lanza del partido de la oposición al régimen imperante durante aquella época. 


Es decir, la opinión pública, instigada a un mismo tiempo por el odioso “nanny state” patrio y el magnánimo poder de convocatoria hollywoodiense, acudía en rebaño a ver una película bélica portando mensajes pacifistas en vez de palomitas de maíz. En fin, otra de españoles… 


Pese a estas obscenas paradojas y para que conste que algunos, como Javier de Isusi y Leticia Ruifernández, tienen pensamientos propios sobre este tema y saben transmitirlos a la perfección, les hago llegar La partida del soldado (editada por El jinete azul), uno de los mejores álbumes ilustrados del año en curso, poco apto para mentes con engranajes oxidados y lecturas superficiales.
Un joven se prepara para ir a la guerra mientras su esposa discute con él sobre la conveniencia o no de hacerlo. Un diálogo entre dos personajes que se preguntan, nos preguntan, sobre las causas y efectos de la guerra, sobre quiénes somos y quiénes seremos después ella. 
Elaborada sobre ilustraciones oscuras, la noche y las sombras desdibujan unas siluetas que se mueven entre el anonimato (todos nos reflejamos en los protagonistas) y la clandestinidad (salirse por la tangente siempre está mal visto), esta historia ahonda en los dilemas humanos. Amor, supervivencia, honor... todo se entremezcla en la guerra y cualquier resultado es respetable. 

martes, 10 de mayo de 2011

Cuando los libros son protagonistas



Para no aislarse por completo del mundanal ruido, uno tiene que hacer algún sobreesfuerzo, olvidarse de todo compromiso (familia, amigos, trabajo y estudios) y dedicarse a tareas que, aunque exentas de mucho decoro, te hinchan de paz y sosiego hasta el duodeno intestinal…, no sea que la muerte te atropelle cansado y termines los días, además de exhausto, jodido.
Este ejercicio puede consistir en acudir al supermercado más cercano, llenar de garabatos un cuaderno olvidado, degustar un café en la calle más bulliciosa de la ciudad, elegir un banco en el parque, sentarse en él, y dejar que la vida te sorprenda con su pasar... o ir al cine…
No suelo disfrutar del séptimo arte asiduamente, cosa que se debe más al precio que a la distancia (los albaceteños podemos presumir de disfrutar las sesiones de cine más caras de España entera), pero como siempre queda el refugio de la filmoteca, cercano y económico, me concedo un deseo y, a ciegas, voy a la sesión vespertina para concederle un capricho al hemisferio más tranquilo de mi cerebro, ese que vitorea todo lo relacionado con lo estático e inerte de mi ser.
La película en cuestión se llamaba Mis tardes con Margueritte, La tête en friche en el francés original. Estaba protagonizada por Gerard Depardieu, ese gran hombre de tamaña nariz y un variado elenco de actores entre el que destacaba Gisèle Casadesus, la Margueritte a la que aludía el título.
Tome asiento en una butaca de las filas superiores (cada uno con sus manías), lo más centrada posible…
Empezó…
Terminó…
Y sin ser una obra maestra, me emocionó…
¡Ea! ¡Las películas donde los libros son los protagonistas son así!

miércoles, 4 de mayo de 2011

Conformarse con el resultado



Cuarto y último encuentro entre el Real Madrid y el Barça…
El resultado ha hecho mella entre mis estudiantes…
El clamor popular ha decidido que hoy toca hablar de futbol (ya tendremos tiempo durante las próximas semanas de extasiarnos ante toda suerte de debates políticos, duelos retóricos y acalorados mítines)…
Bajo ese aura heroica (casi espartana) en la que se desarrollan los partidos de futbol, siempre hay una costra de mugre que desprende vapores insufribles... Para calentar motores unas ruedas de prensa en las que el jaleo, la destreza lingüística (¡qué pavor!) y los mensajes bélicos están asegurados. Después viene el partido, cosa que a veces, hasta se agradece (¡menos mal!, ¡creía que ya habíamos ganado!). ¡El futbol es así!: puedes divertirte más que la abuela del Betis o, por desgracia, acabar con un cabreo monumental. Unas te llenas el traje de lamparones mientras celebras el gol de Cristiano, y otras, gracias a Messi, te untas el bigote con el escabeche de los mejillones. La cosa es que nunca llueva a gusto de todos (y por llover, esta primavera, que no quede…)
Para disfrutar del futbol, lo suyo es una buena pantalla, una columna de humo que llegue a la estratosfera y cerveza, mucha cerveza…, aunque, si les soy sincero, odio a los comentaristas televisivos, por lo que subo el volumen del transistor a toda pastilla, me deleito con las cuñas publicitarias de rancio sabor y celebro el tanto con un oportuno purito Reig 7 ¡Y olé!
Quién peor lo lleva es mi tío Carlos, un acérrimo aficionado al Albacete Balompié, que jornada tras jornada vive resignado a la inminente debacle provocada por los excesos de ácido úrico en la directiva y de tontería en la plantilla. ¿Quién dijo futbol cuando debería hablar de bacanal?
Y mientras Mourinho y Guardiola siguen a la gresca ejerciendo de amantes mal avenidos, les ruego que tomen nota de la moraleja de El pastor, las ovejas, el lobo y el mar, una fábula moderna escrita e ilustrada por Einar Turkowski (Libros del Zorro Rojo) y que despunta como novedad editorial del momento, para aprender así a conformarse sea cual sea el resultado.

lunes, 2 de mayo de 2011

Cuando los adultos olvidan la niñez



Desear con todas mis fuerzas volver a la niñez, más que un antojo es una necesidad. Ser niño para vivir en esa especie de burbuja de condescendencia. Ser niño para disfrutar de las aventuras que nos sirve el día a día. Ser niño para no anquilosarme en la cruda realidad. Ser niño para perdonar y olvidar con rauda facilidad. Ser niño para examinar la belleza de los momentos, de las libélulas y de los narcisos en flor. Ser niño para soñar a pierna suelta, sin temer al ruidoso despertador. Y la más importante de las razones: ser niño para no sufrir los juegos de los adultos. Los adultos, lejos de reales bodas (¡para muchos el más peligroso de los sacramentos!) y prensa coloreada de rosa o amarillo, se dedican a idear todo tipo de triquiñuelas para vivir a la altura de grajas y coyotes -perdónenme sendos animales-.
A base de estudiadas normas y un extenso muestrario de reglas absurdas, las personas hechas y derechas son capaces de lanzar dentelladas a lo pavo, para así acabar consigo mismos y de paso con su ineptitud. Presten atención: abran un periódico y deslúmbrense con el entero catálogo de descerebrados que ejercen de terroristas suicidas, presidentes del gobierno o forofos de cualquier religión… ¿Alguna vez caerán en la cuenta de que, aunque se lo propongan, jamás estarán a la altura de la capaz inteligencia de un niño de cuatro años? Asunto peliagudo, ya que todo hombre se forja a partir de un niño (nunca al revés, como la visión gradualista de la psicología nos quiere vender)… ¿Dónde van esos niños cuándo nace el hombre, el adulto? Un interrogante que me tenía en vilo hasta que di con uno de los dos libritos de Elzbieta que Kalandraka ha lanzado al mercado en las pasadas semanas. ¿A dónde van los niños? (N.B.: ¿No se podía haber traducido como “adonde”? Me gusta más…) se trata de la reflexión que todo humano debería hacerse cuando, de repente, se percate de que su corazón ha perdido el calor de la infancia, de que no sabe donde olvidó el oso de peluche que le acompañó en sus viajes nocturnos.