miércoles, 26 de septiembre de 2012

Reduciendo el Estado, eliminando políticos





Andaba yo entre “Gestión y conservación de aguas y suelos” y “Economía aplicada”, cuando, de repente, toparon mis ojos con un volumen de los Cuentos de Antón Chéjov (para más señas, la edición de Alba editorial) y, dado el soberano aburrimiento que me acometía (completamente normal…), me dispuse a leer, ¡cómo no!, Muerte de un funcionario
Era de preveer que uno de los maestros del naturalismo, fuese capaz de captar en un breve relato, el miedo al que se ve sometido el trabajador público ante el omnipresente político de turno, una figura que, además de acojonar por su casta deleznable, desprende cierto tufillo a cacique malparido, de esos que malmandan y joden a diestro y siniestro. No les extrañe tanta finura, pues ando ciertamente harto de esos que se dedican a criminalizar al funcionariado (incluido Jorge Javier Vázquez… ¡razón lleva mi padre diciendo que no puede ser bueno echarse la siesta con semejante rumor de fondo!). Los que tan gratuitamente intentan desacreditarnos, esos que se han hinchado de ladrillo y adoquín, y que a la postre arengan al populacho para henchirlo de envidia, deberían hacer cola en la guillotina para rebanarles el pescuezo a base de democracia y otros instrumentos de tortura.
¿Tanto mal hacemos a este país los trabajadores públicos? ¿Tanto se malgasta en nosotros? ¿Tanto castigo nos merecemos por matarnos a estudiar? ¿Más que esos ni-nis de barrio, que esos tronistas tatuados, que esos banqueros de brillantina?... Hasta donde yo sé -que es algo…-, en España hay miles de municipios menores de mil habitantes en cuyos consistorios dormita más de un arribista sin oficio ni beneficio que vive a costa de esa afirmación que reza “lo mío pa’ mi y lo de los demás pa’ repartir”. Más les valdría a estos ediles pesebristas, hacer caso de los maternales consejos que nos regala La Merkel, y reducir “el auténtico estado”, el de los “politi-castros”, ese que  succiona la sangre al contribuyente y diezma los sistemas sanitarios y educativos.
… Y ahora me vendrán con el rollo de la crisis expansionista, con el Tratado de Maastricht y con el sentimiento antigermánico, pero déjenme decirles que, siguiendo el ejemplo de Clint Eastwood -sin performance añadida, ni fortunas millonarias-, más nos valdría declararnos libertarios y gritar todos a una que este país nos pertenece y que los estultos gobernantes están a nuestro servicio.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Hola;

me gustaría contactar contigo, por favor, vía email. ¡me podrías facilitar una dirección?

Gracias.

Un saludo.

Román Belmonte dijo...

La tienes en la columna derecha...
Un saludo,
Román

miriabad dijo...

Alguna conexión cósmica tenemos ;-) porque ayer estaba pensando que no pasa de este año que pille un Chejov en la biblioteca...
Ahora más.
Gracias.